"A la mujer le gusta creer que el amor puede lograr cualquier cosa: es su superstición peculiar."
Nietzsche
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Prom Night
Escrito por: Sandra Paulina.
Recorrimos hasta la última tienda departamental en toda la ciudad, para nada. Me propiciaba exhausta, mientras mi mejor amiga seguía desbordando vitalidad y energía. Esto a la vez contaba que, a ella le llovían propuestas de chicos apuestos y no tanto, para asistir al baile de primavera. En cambio yo, no tenía ni una sola, de ningún tipo de chico. Sin embargo, este no era obstáculo. No le daba demasiada importancia.
Como a la una de la tarde, volvimos a su casa. Yo había planeado pasar una noche de chicas, antes de saber que mi amiga había acepto ir de última hora. Ahora, ella se marchará y yo me quedaré aquí eternamente sola.
Está bien, a veces soy demasiado dramática.
– ¿Cuál usarás, Meg? – Le pregunté a ella – este es lindo – saqué de una de las bolsas un vestido hermoso color magenta con detalles en plata.
– ¿Ese? – lo examinó deductivamente – Es muy lindo – admitió. Para después mirarme con complicidad.
– Si, por eso lo dije. ¿Sucede algo? – Me levanté para colgarlo y cuando regresé me encontré con la cara pensativa de mi amiga.
– ¿Qué piensas? – la interrogué.
Acomodó los vestidos que posaban sobre sus piernas. Se levantó y dio algunos pasos antes de situarse frente a mí, con la mirada y su dedo sobre su labio lo indicaba todo, tenía una idea y me daba pavor.
– Se me ocurre que… – No terminó de hablar. Sin embargo, siguió mirándome pensativa.
– ¿Qué? – pregunté ansiosa y absorta.
– Que… ¡lo uses! – dio media vuelta, caminó lejos de mi vista.
– ¿Lo use? ¿para qué? – Le pregunté. Al instante giré mi cuerpo para verla.
– Sí – volvió a mirarme – Lo usarás hoy, en el baile.
Pasaron más o menos unos diez segundos para que alguna palabra o algún sonido salieran de mi boca.
– ¿Qué? – grité. Puse los ojos en blanco – pe… pero, ¡Meg! ¡No! – empecé a dar vueltas por toda la habitación.
– Amiga, ¿Qué tiene de malo? Es solo un baile – Me paró en seco colocando sus manos en mis hombros, para detenerme.
– Es que… aghh! ¡No tengo cita! – bufé. Deje caer mi frágil cuerpo sobre la cama.
– No importa, irás conmigo – me sonrió.
– ¿Y Brad? – pregunté en un resoplo – ¡No! ¡No! ¡No!
Me arrojó el vestido, miré el reloj que marcaba las 2:30.
No iría, no tenía nada. Pero antes de que me resignara, mi gran amiga ideo un plan. ¿Cuál era? Arreglarme ella para el baile, y no me pude negar.
6:45 p.m.
Estábamos listas, ya en la sala, enfocadas en el reloj…
Todo pasó tan rápido que no me dí cuenta cuando ya estábamos en el baile.
Me llevé una sorpresa al ver la decoración, una de las mejores.
El salón había sido el lugar perfecto de todos los años que he asistido a un baile, las luces, la forma en como todo esta detalladamente fijo en un lugar sumamente preciso. Me encantaba y aunque no tenía pareja, al menos admiraría la decoración por largo rato.
– Voy a bailar, ¿Vienes? – alcancé a escucharla. Yo me negué.
– No, ve tú… yo iré por – no se me ocurría nada, absolutamente… – Ponche – acerté.
Caminé a la barra de ponches, el ruido me aturdía, tenía sed.
Tomé un cucharón y un vaso, estaba sola, mientras los demás bailaban. No quise verlos y permanecí unos cuantos segundos bebiendo tranquilamente mi ponche, hasta que noté una figura masculina acercarse. Me iba a retirar, el me esquivó y pasó del otro lado.
Me cautivó, no lo puedo negar. Era un poco más alto que yo, tez blanca, unos ojos color café hipnotizantes, el cabello más lindo y perfectamente acomodado que jamás vi, sus finas facciones iluminando ese hermoso rostro, que dejaba resaltar unas cuantas pecas. Lo mejor que hay, el chico más hermoso que jamás he visto.
El no me miraba, así que decidí dejar de derretirme por alguien que no conocía, y opté por salir de allí, casi huyendo.
Llegué hasta la parte de atrás, era un gran jardín, con una fuente y hermosas flores de colores radiándolo, adornándolo hermosamente.
Me acerqué a la fuente, un sonido provinente detrás de mí me espantó, miré y volví a ver a esa perfecta figura de chico.
– ¿Por qué me sigues? – le pregunté demasiado segura de mí. Me sorprendió.
– Me gusta estar cerca de ti – vaya melodiosa voz, igual de perfecta que él. Me dejo totalmente impactada.
– ¿Cuándo has estado conmigo? – seguí su juego.
– Siempre – volvió a sorprenderme con su seguridad en las palabras.
– Em, perdón. Yo, – pausé – nunca te he visto.
– No importa. – se acercó lo suficiente – Disculpa, no me he presentado. Soy Nicholas Jerry. – extendió su mano derecha.
– Mucho gusto – la estrujé amablemente y sentí algo extraño dentro de mi estomago – Nicholas Jerry, Soy _____*
– Déjalo en Nicholas. Hermoso Nombre, _______*.
– Muy bien – sonreí. Vi un lugar y no dudé en sentarme, estaba a punto de hacerlo, cuando…
– Espera – pidió – ¿No quieres bailar?
– Ehh ¿yo? – quedé de pie y pregunte impresionada – Ah sí, y… ¿Me dirás quien eres?
– Lo voy a considerar – Me dedicó una linda sonrisa que mostraba su blanca y perfecta dentadura.
Tomó delicadamente mi mano izquierda, nos dirigimos nuevamente al interior del salón. El me llevaba de la mano, así que me trasladó con él a mitad de la pista. La mayoría de las chicas miraban y susurraban, no sabía… ¿Era por él? ¿Por mí? ¿Quién era este chico?
La melodía era lenta, colocó sus manos en mi cintura, yo deslicé las mías por su pecho hasta tenerlas a la altura de sus hombros. Comenzamos a bailar con el ritmo de la música.
– y ¿Me dirás? – miré directo a sus ojos cafés – ¿Cómo es que nunca te había visto?
– Por que nunca quisiste hacerlo. Siempre estuve contigo. – lo dijo de una manera tan pacifica que me hizo estremecer.
– Eres – reí ligeramente – demasiado insistente. ¿que grado estudias?
– ¿Es eso realmente importante? – objetó. Rozó su fría mano en una de mis mejillas.
– No, no lo creo – me permití cerrar levemente los ojos, luego recordé que apenas lo conocía.
Durante los dos minutos restantes de la canción no cruzamos palabras. Fue hasta la mitad de la siguiente, cuando el decidió romper ese lindo y no incomodo silencio.
– Así que… ¿Tienes ____ {edad}? – lo miré impresionada. ¿Cómo sabía?
– Si, ¿Cómo sabes? – abrió ampliamente sus ojos para después dejar salir su respuesta.
– Simple azar – Sonrió victorioso. Yo estaba decidida a saber más.
– Y tú, ¿Qué edad tienes? ¿24? –bromeé. El jadeó.
– Emm, supongo que; Diecisiete. – se le vio incomodo.
– ¿Supones? ¿Qué te sucede?
– Vaya, si que eres curiosa – movió un mechón desacomodado de mi cabello. Me sonrojé – ¿No te quedarás con la duda cierto?
– No sé, quiero saber quien eres – dije.
– Curiosa, muy muy curiosa. Angelito curioso – dijo casi en un susurro, pero alcancé a escuchar.
– ¿Quién es? – pregunté – ¿Tu Angelito curioso? – el solo rió y negó con la cabeza.
– Alguien especial. Demasiado… – expresó con la misma sonrisa linda que me cautivo por momentos.
– ¿Qué pretendes? – reí imitándolo – ¿Por qué a mí?
– Pretendo hacerte feliz esta noche. ¿Lo estoy haciendo bien? –
Abrí exageradamente los ojos, este chico era perfecto. Y quería hacerme feliz, ¿Estaba soñando? O quizás estaba en una magnifica burbuja de cristal de la cual no quiero salir nunca. Sin conocerlo, me enamoraba. Me sentía tan rara, completamente distinta.
Y aunque no lo conocía, lo sentía tan cercano, como si lo viera desde siempre, pero sabía que no era así.
Su perfume me hipnotizaba al igual que sus ojos y su boca que buscaba discretamente a la mía.
¿Será que su fragancia contiene una sustancia adictiva que me atrae eternamente hacía él? Ó ¿Será que; Ya me está gustando?
– Perfectamente bien – me acerqué a susurrarle. A percibir ese aroma que me volvía loca.
– Por que así tiene que ser – se fue acercando lentamente hacía mí, estábamos a escasos centímetros y ya saboreaba sus labios – ______ *..., – me g… – ¿Qué escuchaba? ¡Maldición!
– _______, ____ {apodo/diminutivo}… – llamó mi compañera de pupitre, Alexa. Y sentí ganas de golpearla.
– ¿Qué sucede? – pregunté en tono irreverente.
– Ven, necesito mostrarte algo. – me jaló fuera de la pista. Miré a Nicholas con resignación y pedí que esperara. Al llegar con Alexame dio mucho más coraje, había arruinado mi momento perfecto, para nada.
– ¿Eso era lo que querías que viera? – pregunté.
– Si, es que… era más interesante. Te tardaste – se atrevió a culparme. La ignoré y corrí en busca de mí ahora;
“Perfecto Príncipe Misterioso”.
Lo busqué hasta el último rincón, no apareció. Sentí un enorme dolor en mi corazón, había encontrado al chico perfecto y ahora… desaparecía.
Me creía tonta, un tanto estúpida por dejarlo solo. No tenía nada más que, lamentarme.
Encontré un lugar cerca de la fuente, donde nos habíamos hablado. Me sorprendí tanto cuando vi un papel en mis manos, ¿Cómo llegó? ¿Cómo no lo sentí?
Estaba dispuesta a abrirlo, tardé segundos en asimilarlo y comenzar a leer. Tenía una letra un poco legible y decía así;
“Perdóname. No te sientas mal, no me he ido. Y esa es la verdad, siempre estaré junto a ti. Si no me crees, solo bastara que cierres los ojos para verme, interactúen tus oídos con tu hermoso corazón y me escuches. Estaré presente contigo, y cuando te sientas sola, allí estaré, no mucho tiempo, pero te aseguro que estaré solo para ti. ; Mi Angelito Curioso…
Te Ama Desde Hoy & Desde Siempre.” &
Nicholas Jerry.
